El mundo de hoy está compuesto por diversas dimensiones de convivencia: los entornos físicos y los espacios virtuales. Tenemos que ser y compartir con otros en estas dimensiones, generándose una multiplicidad de identidades. Esto permite explicar la proliferación de fenómenos como el cyberbullying, la suplantación de identidad, el rooming, la sextorsión de menores, y tantos otros riesgos que han aparecido como expresión de los posibles perjuicios que trae el uso de nuevas tecnologías. El mundo virtual, liderado por la interacción a través de las redes sociales, se ha convertido en un entorno de coexistencia inconsciente, donde es difícil dimensionar las consecuencias de nuestros actos. Los límites entre los comportamientos constructivos y aquellos nocivos se perfilan de manera más borrosa que en el mundo físico.

Con este personaje del ser virtual, no palpable ni medible físicamente, nos hemos adueñado del derecho de manifestar los pensamientos/ideas/emociones que queremos, sin filtros, sin importar si éstas generan o no un impacto en otros, sin considerar si estamos faltando el respeto o la dignidad de otros.

Sumado a estos riesgos, mientras los niños y jóvenes se desenvuelven a través de distintos micromundos virtuales, los adultos nos vamos alejando de ellos. En primer lugar, porque no hemos desarrollado la alfabetización digital necesaria para comprender y desenvolvernos de manera natural en los nuevos entornos de convivencia social. Nos resulta difícil aprender a manejar las nuevas herramientas que ellos utilizan, lo que a su vez genera temor a emplearlas e incomprensión. En segundo lugar, porque, al no conocer sus mundos de coexistencia social, nuestra manera de ver la realidad se distancia cada vez más de la suya.

De esta manera, las formas de CyberBullying son más complejas de abordar que las del bullying tradicional. Puesto que suelen operar desde el anonimato e incrementando sus niveles de agresividad. Por otra parte, al ser una forma de comunicación impersonal no detona los mecanismos de empatía entre las personas y finalmente, para el caso de los niños y adolescentes, el debido monitoreo que deben hacer los padres con sus hijos es prácticamente ausente.

Bajo este escenario, resulta apropiado pensar nosotros como ciudadanos digitales, un concepto relativamente nuevo y amplio que nos invita reflexionar sobre las normas de comportamiento relativas al uso responsable de la tecnología, dimensionando su complejidad y problemas de su mal uso y abuso.

La ciudadanía digital promueve desarrollar y mantener un comportamiento responsable frente a las redes sociales y al tiempo de transcurre con el uso de medios digitales, frente e eso es recomendable que los padres recuperen su rol formador y no pierdan de vista algunas recomendaciones o consideraciones:

  • No es problema que un adolescente esté en línea. Las relaciones en línea son parte del desarrollo de un adolescente típico. Las redes sociales pueden ayudar a los adolescentes a explorar y descubrir más sobre sí mismos y a identificar su lugar en el mundo de los adultos. Sólo cerciórese de que su adolescente se comporta de manera apropiada en el mundo real y en línea. A muchos adolescentes se les debe recordar que las configuraciones de las plataformas de privacidad realmente no hacen «privado» el contenido y que las imágenes, pensamientos y comportamientos que los adolescentes comunican en línea pasan a ser parte de su huella digital de manera permanente. Mantenga la comunicación abierta y hágales saber que cuentan con usted si tienen preguntas o inquietudes.

  • Fije límites y anímelos a tomar tiempo de recreo. El uso de la tecnología, como el resto de las actividades, debe tener límites razonables. El juego no estructurado y fuera del mundo digital estimula la creatividad. Haga del tiempo libre de dispositivos digitales una prioridad diaria, especialmente para los niños muy jóvenes.

  • Adviértales a los jóvenes sobre la importancia de la privacidad. Los adolescentes deben saber que una vez que algún contenido es compartido con otros, no podrán borrarlo o deshacerse de él por completo. Esto incluye enviar mensajes de texto con imágenes indebidas. Deben también estar enterados sobre la forma de configurar las opciones de privacidad, y se les debe advertir que los depredadores sexuales con frecuencia usan las redes sociales, los salones de chat, correos electrónicos y juegos en línea para contactar y explotar a los niños.

  • Ver pantallas no debe ser siempre una actividad solitaria. Ver juntos, jugar juntos y participar con sus hijos en las actividades que realizan con sus equipos fomenta las interacciones sociales, el aprendizaje y estrecha lazos. Juegue videojuegos con sus hijos. Es una buena forma de mostrarles un buen espíritu deportivo y las normas de un buen juego. Vea una serie de Netflix con ellos; tendrá la oportunidad de compartir sus propias experiencias y perspectivas de la vida, así como darles consejos. No se limite solo a supervisar el tiempo que pasan en línea, sino que participe con ellos para que se pueda enterar de lo que están haciendo y ser parte de sus actividades.

  • Cree zonas libres de tecnología. No obstante lo anterior, promueva espacios para el contacto personal. Mantenga las comidas en familia y otras reuniones sociales, así como las habitaciones de los niños, libres de pantallas. Apague la televisión si no la está viendo ya que el ruido de fondo puede interferir con el tiempo que está pasando frente a frente con sus jóvenes. Recargue los celulares y tablet durante la noche —fuera de las habitaciones para ayudar a los jóvenes a evitar la tentación de usarlos cuando deben de estar durmiendo. Estos cambios fomentan el tiempo en familia, hábitos alimentarios más saludables y mejor sueño.

  • Sea un buen ejemplo. Enseñe y sea un buen ejemplo de amabilidad y de buenos modales en las redes sociales. Muéstrese responsable del contenido que comparte en línea y delimite su propio uso mediático. De hecho, usted estará más disponible y conectado con sus hijos si está interactuando, conversando y compartiendo con ellos en lugar de estar embelesados frente a la pantalla.

Las tecnologías han llegado para quedarse. Son parte integral de la vida de las nuevas generaciones y tienen el potencial de generar un sinfín de beneficios. Tenemos dos opciones: o las incorporamos, aprovechamos sus ventajas y promovemos su uso ético; o continuamos conservando una convivencia inconsciente, que permite la proliferación de riesgos y expone a los jóvenes a vivir experiencias que los pueden dañar.